Angela Covas Riera
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De milagros y oportunidades.
"Todos tenemos dos vidas.
La segunda comienza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una". —Tom Hiddleston La vida es un milagro. Un precioso regalo. Una oportunidad única. Tanto tú como yo debemos nuestra vida y nuestra existencia a un infinito cúmulo de casualidades.
Yo estoy aquí hoy porque mi madre y mi padre se conocieron en el momento adecuado y decidieron compartir su vida el uno junto al otro. Porque me concibieron en el momento exacto en que yo podía nacer. De todas las veces que estuvieron el uno con el otro, afortunadamente, me concibieron a mí, a Ángela, en ese momento en concreto y no un día antes, ni uno después. Y la carrera de la vida la gané yo, no otra persona. De entre los aproximadamente 250 millones de espermatozoides, el que fecundó el óvulo fue mi otra mitad, mi yo espermatozoide (lo siento, hermanos, ahí os quedásteis). Yo gané la vida. Y tenía un 0,0000004 % de posibilidades de hacerlo. Probablemente si me lo hubieran dicho antes, ni siquiera lo hubiera intentado, me hubiera desanimado enseguida. Pero, menos mal, nadie le dijo eso a mi parte espermatozoide.
Mis hijos existen porque yo conocí a su padre en un viaje que, aunque reunía todos los requisitos para que no se produjera, al final realicé, y todo a pesar de que si hubiese seguido las señales, probablemente no hubiera hecho. O quizás, sin yo saberlo,todo se produjo para que yo viajara, y para que mis ojos se cruzaran con los ojos del que sería mi pareja, y el padre de mis hijos, en una hermosa plaza una noche de luna llena. Hubiese podido no emprender aquella aventura, o no haber cruzado jamás la mirada con él ya que había cientos de hombres en esa plaza. Pero fue su mirada la que se encontró con la mía, y eso, y cada uno de los pasos que dimos a partir de entonces, ni uno más, ni uno menos, nos llevaron a tener exactamente los hijos que tenemos.
Hubiesen podido ser otros, pero toda la causalidad, todo el universo infinito detrás de nosotros, conspiró para que las cosas pasaran tal y como ocurrieron, y que fueran ellos, nuestros hijos, y no ninguna otra combinación de un óvulo mío y un espermatozoide de su padre. Pero antes de que esto pasara, mi padre, mi madre, debieron también su vida a un cúmulo infinito de coincidencias muy similar al mío. Mi madre existe porque cuando mi abuelo salió a hacer el servicio militar, pasó por el pueblo de mi abuela, se vieron, y estuvieron ocho años escribiéndose apasionadas cartas de amor. Afortunadamente, durante ese tiempo, nadie más se cruzó en la vida de mis abuelos maternos, por lo que se casaron y, en el momento exacto, y no ningún otro, concibieron a mi madre, que ganó también la carrera de millones de espermatozoides. Mis abuelos paternos se conocieron también por casualidad, y así ha sido siempre, por los siglos de los siglos y hasta el inicio de los tiempos. Tu vida, mi vida, es el fruto exacto de todo lo que ha pasado en el mundo durante los miles de millones de años que tiene nuestro planeta.
"Todos tenemos dos vidas.
La segunda comienza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una". —Tom Hiddleston La vida es un milagro. Un precioso regalo. Una oportunidad única. Tanto tú como yo debemos nuestra vida y nuestra existencia a un infinito cúmulo de casualidades.
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Yo estoy aquí hoy porque mi madre y mi padre se conocieron en el momento adecuado y decidieron compartir su vida el uno junto al otro. Porque me concibieron en el momento exacto en que yo podía nacer. De todas las veces que estuvieron el uno con el otro, afortunadamente, me concibieron a mí, a Ángela, en ese momento en concreto y no un día antes, ni uno después. Y la carrera de la vida la gané yo, no otra persona. De entre los aproximadamente 250 millones de espermatozoides, el que fecundó el óvulo fue mi otra mitad, mi yo espermatozoide (lo siento, hermanos, ahí os quedásteis). Yo gané la vida. Y tenía un 0,0000004 % de posibilidades de hacerlo. Probablemente si me lo hubieran dicho antes, ni siquiera lo hubiera intentado, me hubiera desanimado enseguida. Pero, menos mal, nadie le dijo eso a mi parte espermatozoide.
Mis hijos existen porque yo conocí a su padre en un viaje que, aunque reunía todos los requisitos para que no se produjera, al final realicé, y todo a pesar de que si hubiese seguido las señales, probablemente no hubiera hecho. O quizás, sin yo saberlo,todo se produjo para que yo viajara, y para que mis ojos se cruzaran con los ojos del que sería mi pareja, y el padre de mis hijos, en una hermosa plaza una noche de luna llena. Hubiese podido no emprender aquella aventura, o no haber cruzado jamás la mirada con él ya que había cientos de hombres en esa plaza. Pero fue su mirada la que se encontró con la mía, y eso, y cada uno de los pasos que dimos a partir de entonces, ni uno más, ni uno menos, nos llevaron a tener exactamente los hijos que tenemos.
Hubiesen podido ser otros, pero toda la causalidad, todo el universo infinito detrás de nosotros, conspiró para que las cosas pasaran tal y como ocurrieron, y que fueran ellos, nuestros hijos, y no ninguna otra combinación de un óvulo mío y un espermatozoide de su padre. Pero antes de que esto pasara, mi padre, mi madre, debieron también su vida a un cúmulo infinito de coincidencias muy similar al mío. Mi madre existe porque cuando mi abuelo salió a hacer el servicio militar, pasó por el pueblo de mi abuela, se vieron, y estuvieron ocho años escribiéndose apasionadas cartas de amor. Afortunadamente, durante ese tiempo, nadie más se cruzó en la vida de mis abuelos maternos, por lo que se casaron y, en el momento exacto, y no ningún otro, concibieron a mi madre, que ganó también la carrera de millones de espermatozoides. Mis abuelos paternos se conocieron también por casualidad, y así ha sido siempre, por los siglos de los siglos y hasta el inicio de los tiempos. Tu vida, mi vida, es el fruto exacto de todo lo que ha pasado en el mundo durante los miles de millones de años que tiene nuestro planeta.
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